Conviértete en el temor de tu adversario, y cuando él se aleje. Lo hará con mucha más sabiduría. De este modo, te harás respetar en todas las esferas de la vida, y tu espíritu, tu espíritu inmortal, vivirá, no en un paraíso intangible, sino en el cerebro y en las fibras de aquellos cuyo respeto has conquistado.
…............
Su rostro termino ensangrentado por los golpes que le dieron. El niño se levantó recogiendo sus libros mojados por el lodo. Le arrebataron el dinero que no gasto en el colegio, dinero que ahorraba para un regalo para su madre. Se sacudió las lágrimas mientras pensaba que mentira tendría que decir hoy. y con la poca fuerza que le quedaba se dirigió a casa.
Los puños que le habían dado aquella paliza, entre risas y carcajadas se alejaban del camino.
Al llegar a casa, el niño vio a su madre dormida en el sillón, cansada de su trabajo. La cena no estaba servida y la casa se encontraba sucia sumergida en capa de polvo.
Sin gana alguna de seguir ahí, decidió ir a su escondite secreto. El establo del vecino.
Al llegar vio a un animal nuevo. Una cabra negra de tamaño incomparable, con una barba blanca y larga, sus ojos, o lo que parecería serlo, brillaban en la oscuridad. Un ruido de fuerza, desgastaba el piso con sus pesuñas. Rasgando cada vez más fuerte.
El niño se acercó a él con temor en sus pisadas. La cabra lo miro y su balar penetro los oídos del niño diciéndole.
Ama a tus enemigos y haz el bien a los que te odian y te explotan. Es la despreciable filosofía del perro que gira sobre su lomo cuando le dan patadas.
Odia a tus enemigos con todo tu corazón, y si un hombre te abofetea en la mejilla, ¡abofetéale en la otra! Abofetéale con toda tu alma, pues el velar por uno mismo es la ley más excelsa.
el que ofrece la otra mejilla es un perro cobarde!
El niño asintió la cabeza y se alejó del establo.
Al siguiente día regreso al establo con las manos ensangrentadas y dinero en los bolsillos. Se dirigió a la cabra y le dijo. Les he abofeteado con toda el alma y les e arrebatado lo que a mi creencia me pertenece.
La cabra le contesto: Devuelve golpe por golpe, desprecio por desprecio, ruina por ruina, ¡y devuélvelos con interés del ciento por ciento! Ojo por ojo, diente por diente.
¡No hay un Cielo donde la gloria resplandezca ni un Infierno donde los pecadores se abrasen, es aquí en la Tierra donde conocemos nuestros tormentos! ¡es aquí en la Tierra donde sentimos nuestros goces! ¡es aquí en la Tierra donde están nuestras oportunidades! elige este día, esta hora, ¡pues no existe redentor alguno!
Repítelo: "Yo soy mi propio redentor”.
El niño tomo un rastrillo del establo y se marchó. Ese mismo día acudió a la casa de aquellos hermanos que lo atormentaban día con día. En ese momento se encontraban siendo golpeados por su padre. Golpeados por llegar a casa golpeados por alguien inferior a ellos. O eso es lo que decía el padre entre gritos y puños cerrados.
Miro detalladamente cada segundo. Al ver salir al padre de la habitación. El niño entro para finalizar esa tortura con el final de los goces de la tierra, con los goces de la oportunidad. Con sus vidas.
Hundió el rastrillo en el pecho del hermano menor y con sus manos le cerro la garganta al hermano mayor. Mientras gemía en voz. Yo soy mi propio redentor.
Como tributo a la sabiduría que le había otorgado la cabra, les arranco la cabeza. Sin importancia de algún alma en esa casa donde se había cometido tal acto. Salió sin ser visto ni escuchado.
Se dirigió al establo. Se dirigió a la cabra y le dijo:
Toda mi vida me han dicho... Hay que amarnos los unos a los otros. Toda mi vida me lo han dicho como una ley suprema.
¿Pero qué poder lo ha hecho así? ¿sobre qué autoridad racional reposa el evangelio del amor? ¿por qué no habría yo de odiar a mis enemigos? ¿Si los amo, no me pongo a merced de ellos? Y mira ahora quien está a mi merced.
La cabra le acerco una de sus pezuñas, pezuñas que se volvieron manos humanas y le dijo:
Detén la marcha de aquellos que te persiguen. Deja que aquellos que han provocado tu ruina sean lanzados a la confusión y a la infamia, Déjalos que sean como paja menuda ante un ciclón, y después de que ellos hayan caído, regocíjate de tu propia salvación.
Toma mi mano, querido niño y póstrate a mi derecha, póstrate en el escalón de mis piernas donde mi mano señala al infierno. Sígueme a donde yo vaya.
…........
Entonces todos tus huesos dirán orgullosamente; ¿quién está por encima de mí? ¿no he sido demasiado fuerte para mis adversarios? ¿no me he liberado yo mismo por medio de mi cerebro y mi cuerpo?
Yo soy mi propio redentor, yo soy mi propia salvación.
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