Zubaida, una niña de nueve años, creció en Afganistán, donde vivía una vida normal. Pero un día en el 2001, todo cambió, Zubaida encendió la pequeña estufa de gas en su hogar y explotó repentinamente. Ella se incendió y el daño fue devastador. La piel de su cara se fundió en su pecho.
Un médico local le dijo al padre de Zubaida que su caso no tenía remedio y le advirtió que no sobreviviría, aconsejaron al padre de la niña que la llevara a casa, la acostara y la dejara morir. Pero el padre de Zubaida se negó a rendirse y decidió arriesgarse. Llevó a Zubaida a una base militar de los EE. UU. En Kabul, la capital de Afganistán, aunque el hospital militar de los EE. UU. no suele alojar a civiles, pero cuando los médicos vieron cuánto sufría la niña, hicieron una excepción y la admitieron. Zubaida pronto fue trasladada en avión hacia los Estados Unidos donde fue puesta bajo el cuidado del cirujano plástico Peter Grossman, experto en quemaduras, Zubaida tuvo varias operaciones, cada una de ellas requirió injertos de piel de otras partes de su cuerpo.
A pesar de su corta edad, Zubaida mostró gran fuerza y determinación. Gracias al arduo trabajo de los médicos y su fuerza, el rostro de Zubaida se restauró después de solo un año, la niña una vez más pudo cantar, tocar la guitarra y bailar. A pesar de que los primeros médicos de Zubaida pensaron que era un caso perdido, a la niña se le dio una segunda oportunidad en la vida, y su transformación es incomparable.
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